martes, 5 de marzo de 2013

¿MAMÁ A LA FRANCESA? –NON, MERCI.-






Generalizar nunca ha sido de mis vicios preferidos, pero si lo es contradecirme –droga de diseño, quedan avisados-. Así que hoy voy a llevarme la contraria y voy a generalizar. No lo prueben en sus casas –como digo, crea adicción-.

De sobra es ya conocido el debate que suscitó la publicación del libro “One American Mother Discovers the Wisdom of French Parenting”  ("Criando a un bebé: una madre americana descubre la sabiduría de los padres franceses"). Según dicha Americana, los padres franceses saben educar mejor a sus hijos. Afirma que  son más estrictos y les enseñan a portarse bien en sociedad. Además asegura que en el Eurostar -el tren bala que une París con Londres en tres horas- se puede distinguir la nacionalidad de un niño sin escucharlo hablar. El que grita y corre por los corredores entre las filas de asientos con toda seguridad no es francés.

Recuerdo cuando leí un artículo en el periódico sobre este libro hace ya un año. Recuerdo que mi instinto de española me hizo pensar << ¡Cómo les gusta exagerar! ¡No creo que eduquen mejor a sus hijos los franceses!>> (Quien sabe si esto fue una premonición del destino…), pero claro, yo no tenía argumentos, de modo que mi mente prefirió olvidar…

Hasta hoy. Hoy tengo argumentos. Hoy vivo en Francia. Hoy conozco a las madres Francesas. He aquí mi opinión al respecto:

Más amigas de las apariencias que de la limpieza; más preocupadas por el entretenimiento de sus hijos que por su educación; difíciles seguidoras de los rigores de la disciplina y permisivas insaciables ante los caprichos; poco sacrificadas en la tarea de recoger juguetes y en la de contar cuentos; despreocupadas y liberales hasta el extremo; cocineras, sólo una vez al mes, y nada experimentadas en los remiendos.

Además de esto, reúnen actitudes cuál ninguna otra mamá: reúnen el coraje suficiente para aguantar las faltas de respeto de sus hijos sin apenas despeinarse, contar las calorías que pasan por sus pequeños platos sin utilizar los dedos, y no dejarse influenciar por el clima ni aún cuando sale el sol; son capaces de sentir el mismo afecto fervosísimo por sus hijos que por sus niñeras y de callar lo que verdaderamente piensan sin ser perturbadas por pesadillas por las noches; Abusan de la indiferencia para con los arrebatos e impulsos de sus hijos, así como abusan de la pasta y el queso para dejarlos satisfechos con el mínimo esfuerzo; Inculcan su poca inclinación al sacrificio a sus hijos desde la cuna, de igual modo que les enseñan a memorizar, antes que a aprender la tarea.

A cambio de esto, reúnen una cualidad en desuso, que si bien no sustituye ni complementa a las anteriores, ni tampoco las convierte en mejores madres, hace que se ganen mi respeto: <<Antes sencilla, que muerta>>.

No sé, querido lector, que opinión tendrá usted al respecto… Yo sólo conozco dos tipos de madres. Las despreocupadas y elegantes francesas, y las madres españolas famosas por su drama-drama-drama para con todo. Y quizás sea porque yo en todo caso perteneceré algún día al grupo de las segundas, pero yo… 
<<¡Antes muerta, que mamá a la francesa!>>


*¡Ah! ¡Se me olvidaba! Para esta Americana despistada y por si alguno todavía tenía dudas… Los niños que gritan a todo pulmón y corretean felices en el <Eurostars>, en los aeropuertos, en los aviones, en los hospitales… ¡Son Españoles! ¡Que no haya duda! ¡Es algo que viene de serie!


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