¡Otra paginita más de este diario!
Todavía no me he decidido. Estoy entre aterrada y
sorprendida… solo puede ser “una de dos”… Y es que ya van demasiadas veces.
Demasiadas veces, en las que un alma acude a mí en busca de ayuda, consejo, comprensión, o simplemente buscando “ese alguien” que sepa escuchar. Yo ignoraba por completo que se me daba “tan –tan,tan,tan…- bien” aconsejar a los demás, intentar comprender los problemas ajenos o simplemente escuchar… ¡Pero vayamos por partes!
Al principio –por supuesto- no le di importancia… que tus amigas acudan a ti en busca de consejo no es nada raro –es más- debe ser uno de los actos más habituales y repetidos entre amigos, a lo largo del globo terráqueo éste en el que nos encontramos.
Después llegaron los familiares, los compañeros de clase –incluso compañeros de universidad que me pillaban por banda…-, algún que otro profesor… Me halagaba enormemente que pensaran en mí para abrir “de par en par” su intimidad, pues con muchos de ellos, no había intercambiado ni una mera impresión sobre el tiempo antes de eso… ¡Y no! ¡no estoy exagerando!… pero al fin y al cabo, que un conocido acuda a ti en un momento dado… pues tampoco tiene nada de particular… –supongo-.
Demasiadas veces, en las que un alma acude a mí en busca de ayuda, consejo, comprensión, o simplemente buscando “ese alguien” que sepa escuchar. Yo ignoraba por completo que se me daba “tan –tan,tan,tan…- bien” aconsejar a los demás, intentar comprender los problemas ajenos o simplemente escuchar… ¡Pero vayamos por partes!
Al principio –por supuesto- no le di importancia… que tus amigas acudan a ti en busca de consejo no es nada raro –es más- debe ser uno de los actos más habituales y repetidos entre amigos, a lo largo del globo terráqueo éste en el que nos encontramos.
Después llegaron los familiares, los compañeros de clase –incluso compañeros de universidad que me pillaban por banda…-, algún que otro profesor… Me halagaba enormemente que pensaran en mí para abrir “de par en par” su intimidad, pues con muchos de ellos, no había intercambiado ni una mera impresión sobre el tiempo antes de eso… ¡Y no! ¡no estoy exagerando!… pero al fin y al cabo, que un conocido acuda a ti en un momento dado… pues tampoco tiene nada de particular… –supongo-.
Si todo esto hubiera continuado así… como un simple
intercambio de ayuda entre conocidos -Pues ellos no lo saben, pero me ayudan
infinitamente mucho mas con sus problemas, de lo que yo les puedo ayudar a ellos…-
Yo hoy no estaría entre aterrada y sorprendida… pero es que después de dar toda
clase de consejos a mis seres más queridos, dejar llorar en mi hombro a todos y
cada uno de mis amigos –o como dicen los modernos “amig@s”-, escuchar sin
censuras todo tipo de confesiones e intentar ayudar a todo aquel que me lo ha
pedido en mi entorno cercano –y al que no lo ha pedido pues muchas veces
también… ¡Todo hay que decirlo!- comenzaron a acudir a mi -y de manera totalmente
arbitraria- desconocidos… -sí, sí, extraños-, gente que nunca antes había visto
y con la que no había tenído conversación previa alguna… ¡Y no! ¡No hablo de las
señoras mayores que todos nos hemos encontrado alguna vez en el ascensor o en
la parada del autobús…!
Hablo de auténticos desconocidos: Algún que otro portero, que después de indicarme que ascensor debía coger para llegar “a-no-importa-ahora” que piso, necesitaba desesperadamente compartir un trocito de su vida conmigo; un ser digamos “curioso” que después de cruzarse conmigo por la calle, me invita a tomar un café “desinteresadamente”, pues no aguanta las ganas de llorar debido a los grandes problemas que acontecen su vida -¡y vaya si se desahogo! ¡Casi inunda plaza de castilla…!-; un contacto de whatsapp -al que por cierto, tú jamás hubieras acudido en la misma situación- y que cree haber encontrado a “su media naranja” aunque no sabe como hacérselo saber y no ser rechazado en el intento -y por supuesto- piensa que tú tienes la solución perfecta; alguien a quien le diste tu facebook una vez –hace muuucho tiempo- y que atraviesa una crisis existencial de identidad y quiere que tu se la resuelvas (de esta pensaba que no salía…); una asistenta que no duda en abrirte su alma entre tarea y tarea; una operadora que después de venderte algún-que-otro producto, querría que le comprases también algún-que-otro problemilla familiar; un camarero, que tras un día de intenso trabajo, necesita un desahogo y una limpieza interior profunda; un insensato en la primera cita, que decide que es el mejor momento para ser completamente sincero, y que te enamores antes de sus problemas que de él mismo; el pasajero sentado a tu lado en el avión, que al verte cara de buena persona, no duda en compartir contigo sus “quebraderos de cabeza”; esa dependienta servicial, que después de asesorarte -sin que tu le hubieras pedido consejo, por supuesto- no duda en intercambiar papeles para aclarar su mente nublada; un taxista que encuentra en ti un buen confesor –y que dicho sea de paso, te pide matrimonio tras la absolución debida...-; el repartidor de pizzas, que tras dejar el pedido y recaudar lo correspondiente, no duda en dejarte también un par de angustias personales “recién salidas del horno”, el conductor de ese autobús que nunca coges, que por fin ha encontrado un alma caritativa que escuche sus penas… ¿Las últimas? Un sacerdote, que no duda en pedirte que reces por él al verte en el último banco de la iglesia, al finalizar la misa -Y no pidió consejos porque el francés de la susodicha no es muy bueno que digamos y su ingles (el del sacerdote digo) deja mucho que desear… ¡que si no!-; Y otra más, el padre de mi familia francesa, que ha decidido que alguien joven como yo puede ayudarle a encontrar la solución perfecta para explicar a sus hijos porque hay hombres malos en el mundo y si el mal tiene algun sentido…
En fin, demasiadas son ya las situaciones en las que me he visto involucrada y que contienen un mismo patrón: <<Alguien que buscaba ayuda –en ocasiones, desesperadamente-, bien en forma de solución a sus problemas, consejos desde otro punto de vista, comprensión anónima o una escucha efectiva>>.
Hablo de auténticos desconocidos: Algún que otro portero, que después de indicarme que ascensor debía coger para llegar “a-no-importa-ahora” que piso, necesitaba desesperadamente compartir un trocito de su vida conmigo; un ser digamos “curioso” que después de cruzarse conmigo por la calle, me invita a tomar un café “desinteresadamente”, pues no aguanta las ganas de llorar debido a los grandes problemas que acontecen su vida -¡y vaya si se desahogo! ¡Casi inunda plaza de castilla…!-; un contacto de whatsapp -al que por cierto, tú jamás hubieras acudido en la misma situación- y que cree haber encontrado a “su media naranja” aunque no sabe como hacérselo saber y no ser rechazado en el intento -y por supuesto- piensa que tú tienes la solución perfecta; alguien a quien le diste tu facebook una vez –hace muuucho tiempo- y que atraviesa una crisis existencial de identidad y quiere que tu se la resuelvas (de esta pensaba que no salía…); una asistenta que no duda en abrirte su alma entre tarea y tarea; una operadora que después de venderte algún-que-otro producto, querría que le comprases también algún-que-otro problemilla familiar; un camarero, que tras un día de intenso trabajo, necesita un desahogo y una limpieza interior profunda; un insensato en la primera cita, que decide que es el mejor momento para ser completamente sincero, y que te enamores antes de sus problemas que de él mismo; el pasajero sentado a tu lado en el avión, que al verte cara de buena persona, no duda en compartir contigo sus “quebraderos de cabeza”; esa dependienta servicial, que después de asesorarte -sin que tu le hubieras pedido consejo, por supuesto- no duda en intercambiar papeles para aclarar su mente nublada; un taxista que encuentra en ti un buen confesor –y que dicho sea de paso, te pide matrimonio tras la absolución debida...-; el repartidor de pizzas, que tras dejar el pedido y recaudar lo correspondiente, no duda en dejarte también un par de angustias personales “recién salidas del horno”, el conductor de ese autobús que nunca coges, que por fin ha encontrado un alma caritativa que escuche sus penas… ¿Las últimas? Un sacerdote, que no duda en pedirte que reces por él al verte en el último banco de la iglesia, al finalizar la misa -Y no pidió consejos porque el francés de la susodicha no es muy bueno que digamos y su ingles (el del sacerdote digo) deja mucho que desear… ¡que si no!-; Y otra más, el padre de mi familia francesa, que ha decidido que alguien joven como yo puede ayudarle a encontrar la solución perfecta para explicar a sus hijos porque hay hombres malos en el mundo y si el mal tiene algun sentido…
En fin, demasiadas son ya las situaciones en las que me he visto involucrada y que contienen un mismo patrón: <<Alguien que buscaba ayuda –en ocasiones, desesperadamente-, bien en forma de solución a sus problemas, consejos desde otro punto de vista, comprensión anónima o una escucha efectiva>>.
Todavía no me he decidido… estoy entre aterrada y
sorprendida… ¡Necesito ayuda!
*Todas las situaciones aqui descritas son absolutamente
verídicas… (De ahí lo de aterrada y sorprendida…). Espero que no se
malinterprete la ironía empleada. ¡Ah! Si alguien tiene un problema… pedir cita
en el 605******.
¿Quién llega el sábado a Madrid?
Yoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo…
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