Ya os he hablado alguna vez, del descanso semanal aquí en
Francia de los niños en edad escolar, todos los miércoles. Pues bien, otra
peculiaridad del calendario francés, es que tienen cuatro periodos de
vacaciones diferentes, a parte -claro esta- del verano. Una semana en octubre,
las vacaciones de navidad, una semana en abril –No coincide con la feria de
abril, ya me he encargado de mirarlo… Una pena, si. - y esta semana hasta el 3
de marzo. Si, habéis leído bien, ¡Estoy de vacaciones!
Mi familia francesa se fue hace un par de días a esquiar
(Como sabéis mañana recibo a tres de mis españoles favoritos, por lo que he
tenido que dejar el esquí para la próxima), de modo que estoy sola en casa. Tenía
ganas. Tenía ganas de experimentar esa sensación que te invade cuando tus
padres se van un fin de semana y te dejan sola. Experimentar ese poder
saciador. Poder hacer lo que quieras –siempre con pijama puesto, eso de
remolonear con el pijama hasta después de comer no esta echo para
NoéAmeLepliage- poder comer a des-hora y cualquier cosa; entrar y salir; no
pedir permiso, soledad buscada… Era mi sueño. De verdad, la semana pasada se me
hicieron eternas las clases esperando el momento de quedarme sola. Bueno, sola…
suena un poco fuerte. Pero si, sola conmigo.
(Hace una semana hubiera sido con mi querida Blackberry número ¿8?, pero ya
sabéis, murió -¡Que raro!- y está claro que goza de mejor vida, pues no hemos
recibido noticias suyas por aquí. ¡Vuelve! ¡Necesito mis notas!).
Como digo, lo estaba deseando. El sábado, a primera hora, ya
habían cargado todos los bártulos en el coche y tenían a los niños con el
cinturón puesto, cuando el padre pronunció la temida frase. Esa que cambió el
curso de las cosas. Esa frase –tan típica de padre- que te hace volver a la
realidad. Que te hace interiorizar un hecho al que jamás le hubieras dado
importancia. ¿Seguro que no te da miedo
quedarte sola? (Lo escribo, mirando hacia los lados de reojo… Jurado.) Casa
antigua –digna de llamarse Mansión-, puertas sin engrasar, habitaciones
desconocidas, ruidos everywhere, contraventanas con vida propia, wifi de mala
calidad, espejos y retratos de antepasados familiares en tamaño extra-grande... No… ¿Miedo? No, no de verdad. Os llamaré todos los días.
Miedo. Miedo, si. Si,
NoéAmeLepliage tiene miedo por primera vez en veinte años. Miedo de una Maison.
LA RONZY. |
Quien lo iba a decir… Esa que se vuelve a casa sin
acompañante sin remordimiento alguno, tras noches de desfase madrileño; esa que convierte
esas vueltas-a-casa, en paseitos de verano a las seis de la mañana; esa que
tampoco necesita compañía para perderse por las calles de Madrid; esa que es
capaz de echar por tierra un futuro como diseñadora y ponerse a estudiar
derecho -¡por que yo lo valgo!- sin tan siquiera mirar atrás –bueno, a veces
si-, esa que de un día para otro hace las maletas y se planta donde le da la
gana (Francia, Inglaterra…) le pese a quien le pese, y le cueste lo que le
cueste –a mis padres, claro-; esa que sabe defenderse de cualquier situación
con soltura elegante y su característica gracia diplomática -que para algo estamos estudiando para ello- aún cuando esta petrificada por dentro (véase intento de
atraco por unas gitanas en el metro de Madrid, acosadores varios, y un largo
etcétera.), esa que pide consejos para
terminar haciendo lo que le da la real gana, esa que es incapaz de callarse lo
que piensa, esa que no deja que un fracaso la acobarde, esa que se atreve a
soñar sin pedir permiso, esa que confía en ella misma rozando lo sacrílego… Esa. Esa hoy, tiene miedo. Es
gracioso, sé que si el padre no hubiera escogido semejante comentario, mi mente
estaría ahora ocupada en cualquier otra cosa. Pero no. Tuvo que dejar su
frasecita por aquí, y yo tuve que hacerme eco de ella –Os lo digo, no tendréis
ni idea de francés, no sabréis pronunciar, no hablareis con soltura, no y mil noes, pero eso si, cuando os digan algo que no quereis oir, cuando hablen de
algo que era mejor no conocer, lo entendereis. Asegurado.-
De momento, aqui andamos. Afincada en el pasillo cual vigilante de seguridad, portátil
en rodillas y café ardiendo al lado –esa es mi arma secreta, para posibles
imprevistos, esta noche. Y pienso utilizarla sin miramientos. De hecho, ya la he
probado varias veces a lo largo de la tarde… Primero al servir el café en la
taza. El agua hirviendo ha corrido libre, primero por el platito que la sostenía, y después por mi mano ¡y hasta lo ha disfrutado!,
que lo he notado. Por supuesto mi torpeza ha escarmentado. Segundo, cuando han
llamado al teléfono.¡Auch! -he escuchado decir a mi torpeza- Ha sido tal el salto que he pegado, que el café podía
haber invadido la casa entera. En fin, espero que el café “muy hot”, funcione también y tan bien,como arma anti-intrusos.- He intentado en vano, leer a García Marquez,
a ver si se me pasaba este temblor en el cuerpo, a ver si con un poco de su
"risoterapia" conseguía distraerme un poco, pero el miedo sigue aqui. Es gracioso, NoéAmeLepliage
podrá hacer lo que le venga en gana, pero su cuerpo quiere imitar a su alma, y hoy vuela libre.
Hoy creo en el miedo. Asegurado.
Hoy creo en el miedo. Asegurado.
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