Anoche escribí esto en mi diario:
Se me ha atragantado la noche.
Ideas confusas zarandean
mi mente una y otra vez. Lo hacen magistralmente consiguiendo no sólo no dejarme conciliar
el sueño sino también provocando que mi dolor de cabeza roce la perfección. He decidido
combatir este insoportable insomnio-jeroglífico-tetris-de-dudas que perturba mi
cabeza, con la escritura.
Dicen que sólo los niños y los borrachos dicen la verdad.
Quien sabe, quizás debamos incluir también a los que padecen
insomnio... Por si acaso, no me hago responsable de lo escrito a continuación.
¡Allá ustedes (si deciden leerlo)!
Seis letras componen su nombre. Seis letras que se quedan
cortas. Muy cortas –me atrevería a decir-. Muy vacías.
¿Inteligente, guapo y divertido? ¡Sí!. Bueno no. Es decir, es
mucho más. Él es mucho más.
Todo comenzó apenas una semana después de aterrizar en
Grenoble.
Bastante tenía ya con llevar en la maleta los “tochos” de
Derecho, cómo para incluir además algún libro de recreo. No diré que no lo intente. Lo
reconozco, quise traerme lo básico para sobrevivir: El guardián entre el
centeno; El principito; La vida sale al encuentro; Amor se escribe sin hache;
Como agua para chocolate; Primer Amor, Primer dolor; Cinco horas con Mario;
Cumbres borrascosas; Cuentos de Edgar Allan Poe; Cuentos de Carlos Fuentes;
Cuentos de Jorge Luis Borges; La historia interminable; Dejádselo a Psmith;
¡Viven!; Cien años de soledad… Y otros tantos libros que desbordaban mi mesilla
de noche antes de venirme. Pero un kilo siempre será un kilo, y no hubo forma
de meter ni uno más en mi maleta. Además, los apuntes de Droit pesan lo que pesan. Siete kilos si no recuerdo mal, marcaba
la báscula. Sin contar con el código civil, el prácticum y demás guías
“imprescindibles”. Espacio también
ocupan, ¡no os vayáis a pensar! y si no,
que os lo diga la “simpática” del mostrador de iberia número 35 de la T4. Ella lo vio todo. TO-DO.
Leer antes de dormir, es una afición imprescindible en mi
vida. De modo que la primera semana aquí me las busque y me las deseé para
echarme algo a los ojos antes de acostarme. Al cabo de esa semana –cómo era de
esperar- ya me había leído todos los libros –hasta los de cocina- en español
que conseguí encontrar por la casa. Por lo que a la semana siguiente, decidí
intentar saciar mi hambre de lectura con libros en Francés. Como ya os he
contado en alguna ocasión, mi cuarto aquí en Francia esta plagadito de libros, así que fue fácil llevar a cabo la tarea. La tarea de encontrar los libros. Leer en francés es otro cantar.
Antes de venirme, mi padre me aconsejo que para empezar a
leer en francés, lo mejor era leer comics, pues al tener imágenes siempre
resulta más entretenido. No me gustan los
comics le dije zanjando el tema. Pero tan sólo una semana después de
semejante bordería por mi parte, me encontré a mí misma leyendo comics en
francés. ¡En que momento papá!
La verdad, los comics siguen sin gustarme. Bueno los de
Serre si. Pero ya se sabe que él es de pocas palabras, así que no cuentan como
leer en francés. En esas estaba, aunque no recuerdo si fue exactamente con un
comic de Serre o de Le petit Noel, de Bidet les Bidochon o de Astérix…
en las manos, cuando al pasar una página algo se deslizó. Cogí con intriga lo
que parecía una vieja tarjeta de presentación y pude leer en ella: Federation
Francaise de Ski. Era una licencia de Ski. Al darle la vuelta, pude leer el
nombre de su dueño: S Y L V A I
N.
En la esquina inferior derecha, mal grapada, una fotografía, acaparó toda mi atención.
¿Quién
es capaz de hacer una mueca en una foto de carné? ¿Y cómo es posible que salga
guapo con mueca y todo? ¿Quién será? No me resulto difícil llegar a la
conclusión de que era alguien de la familia, por los apellidos.
Instintivamente, quise saber su edad.
Fecha
de nacimiento: 16.12.48
¿Del
48? O-h-l-a-l-a! El guaperas de la foto ahora tiene… ¿65 años? Su
edad no impidió que me quedara embobada mirando su foto durante unos minutos. ¿cómo
habrá sido su vida? ¿Será el abuelo de los niños? ¿Y cómo habra sido su vida en
esta casa? ¿Iría a esquiar los fines de semana, como yo, a Les Vercors? ¿Daría
paseos, como yo, por Grenoble los días que sale sol? ¿Se quedaría embobado,
como yo, viendo nevar desde las ventanas de esta Maison? ¿Quizás estudio en Standhal?
¿O quizás en París? Muchas dudas se agolparon en mi mente en aquel momento.
Me lo imaginé muy feliz durante su infancia jugando en verano en los jardines
de esta casa. Me lo imaginé estudiando en París, y viniendo una vez al mes en
tren a ver a sus padres. Me lo imaginé estudiando derecho o quizás económicas.
Todo era imaginación -por supuesto-. Lo único que saqué en claro, a juzgar por
la cómica fotografía, antes de guardar el carné de nuevo en el comic, es que
debía ser un hombre con un sentido del humor exquisito.
Este
“descubrimiento” no tendría importancia –y por supuesto- no os lo estaría
contando hoy, de no ser porque hace poco conocí a Sylvain.
En
efecto, tiene 65 años. En hechos no llega a 25.
Él
es energía. Él es contradicción. Es todo un impredecible. Es simplón. Mente
lúcida. Mente rápida. Sentido del humor. Sentido del humor con sentido. Muy
consentido, pero muy formal. Él es de esos caballeros de los que van quedando
pocos. Él es un gran lector. Un lector de gusto exquisito. Un exquisito
comilón. Hablar con él, es un no parar de reír. Un reír por todo. Su pelo cano
aún desvela que antes fue rubio. Un rubio guapísimo. Sus ojos grises hundidos
muestran aún un atisbo de picardía. Muestran interés por saber. Interés por
conocer. ¡Por vivir! ¡Muestran ganas de vivir! Una única traba lo hace
imperfecto. Esta encerrado irremediablemente en un cuerpo que se ha quedado
obsoleto, en un cuerpo desfasado.
Es
un chaval escondido tras un hombre
viejo.
Es
tío-abuelo de los niños de mi familia francesa, y pasó hace unas semanas una
semana –valgame la "malsonancia"- y media con nosotros. Le acompañaba
su mujer Veronique. No me había reído tanto nunca antes con un hombre. Tanto él, como
su mujer hablan español a la perfección, por lo que comunicarnos no fue un
problema. Así pude saber que efectivamente estudió en París. Aunque no derecho,
ni tampoco económicas, sino una ingeniería. Conocí también su afición a los
toros. Su pasión por la cultura española. Sus veranos en el Pais Vasco. Sus
ganas de comerse el mundo. Sus opiniones ingeniosas para con todo. Sus
opiniones sobre lo groseros que pueden resultar los habitantes del pueblo de
Guernica, o lo poco que le gusta Picasso. Sus opiniones hasta para conmigo:
“Ana, no seas tonta, quédate un par de años más en Francia”, "Ana, ¡ponte
otro abrigo que hoy hace frio!", "Ana, ¿Tu no fumarás?",“Ana, tu
tienes que casarte con un Francés.”…
Sigue
siendo guapo. Sigue siendo divertido. Sigue siendo inteligente. Sigue siendo
mucho más que eso.
NoéAmelepliage
lo tiene claro, si no se casa con un Sylvain –mis respetos a su esposa- no se
casa.
Y
no me caso. He dicho.
*Za-ran-de-ar... ¡Me llena la boca! (Sólo vosotras
podeis entender esto. A los demás, os pido disculpas por mi poca madurez en los
asteriscos. Prometo que no habrá mas comentarios tontos, si es que puedo prometer eso).
*Si algún Silvain de la vida lee esto... ya sabe donde encontarme.
*Si algún Silvain de la vida lee esto... ya sabe donde encontarme.
*Hoy
toca fiesta erasmus para rematar la semana. No creo que me lleve la cámara pues
ya se sabe que las discotecas y las cámaras no se llevan bien. Perdón. Corrijo.
Despiste NoéAmeLepliage + discoteca + cámara
de fotos = mezcla imposible, cóctel ultra cargado, bomba explosiva, mala suerte
tatuada, bocina para ladrones irremediable, y por supuesto, infarto post-resaca
asegurado. Que no me la llevo.
*Buenas noches.
MÁS NoéAmeLepliage
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