Hace
exactamente un año que aterricé en Grenoble casi por casualidad. Digo casi
porque no creo en las casualidades.
Si alguien me hubiera dicho
hace un año que hoy estaría aquí y que iba a vivir lo que viví, me hubiera reído a
carcajadas en su cara. A carcajadas. Hubiera pensado incluso que la realidad
supera al mismísimo Borges.
Si alguien
me hubiera dicho que hoy, un año después, no sería la misma que se
subió un cuatro de noviembre a un avión con destino Lyon, no le hubiera creído. Ni
aun jurándolo.
Si alguien
me hubiera dicho que la misma que lloraba en la T4 a sus padres al despedirse
hoy llora por quedarse, lo hubiera negado. Y hasta tres veces.
Si alguien
me hubiera hablado de que la madurez no es solo necesaria sino que además puede
ser querida, me hubiera burlado. Le hubiera pegado.
Si alguien
en su sano juicio sabia todo lo que esto me iba a aportar hizo bien en no
contármelo. Porque hubiera tenido tanto miedo que hubiera salido corriendo. Aun
sin zapatillas.
Que fácil es
mirar ahora hacia atrás. Qué bonita la perspectiva. Pero si quieren saber la
verdad, no ha sido fácil. No ha sido fácil en absoluto. Lo diría hasta en Francés.
Y a pesar... A pesar de eso, me cogía ahora mismo de nuevo un avión sin destino. Un
avión a cualquier parte donde supiera que voy a crecer, que va a hacer de mi
mejor persona como lo ha hecho Grenoble.
Recuerdo
cada detalle al bajarme del avión. El primer pensamiento al salir del
aeropuerto de esta cabeza que tenía mucho ruido y pocas nueces. No, no fue voy
a encenderme un piti, no. Me dije: Ana, tienes todo para conseguir lo que te
propongas. 19 años, la gracia de Dios y
buen humor. Solo eso. O todo eso. Que mas quieres. No tengas miedo, que no
se hace mayonesa sin romper huevos. Y que todos tenemos instinto de supervivencia,
hasta tú.
Y un año después cojo el avión de vuelta con pena y gloria. Con pena porque la niña que vino se queda aquí. Con gloria porque madurar ahora entra dentro de mi vocabulario. No crean, no tenía nada contra la madurez en sí, pero si mucho contra la ridiculez de madurar. Supongo que solo quería ser libre de la boca hasta los huesos y sin querer me encontré conmigo misma. Bendito Grenoble.
Un año
después, y tantas cosas aprendidas, le pido a Dios… que “La sombra de este ciprés sea alargada”.
Dicen que
un juego termina cuando mejor te lo estas pasando, que siempre toca marcharse
en el mejor momento... Y esto es así...
Hoy finaliza una etapa de mi vida.
Hoy finaliza una etapa de mi vida.
He vivido
en Francia.