Mi conciencia -que ya podría ganar un concurso de perseverancia- lleva susurrándome desde hace días que estoy enganchada al móvil… Al principio tan solo era una pequeña alarma que aparecía de vez en cuando en mi mente y que yo conseguía apagar sin apenas esfuerzo... pero, poco a poco, se ha ido transformando en una sirena de urgencia que no hay forma de acallar ni aun intentado distraerla pensando en otras cosas…
Oportuna de mi, ayer decidí que era el día perfecto para hacer “una de caso” a mi conciencia y desconectar del móvil –¡lo sé! un poco drástico… jaja- pero tampoco me iba a pasar nada por ir un día sin móvil a la universidad-. Total que salí de casa por la mañana feliz, pensando incluso que el hecho de “dejar olvidado el móvil voluntariamente” me hacía hasta mejor persona, -y por supuesto- creyéndo que con ese día “libre de móvil” ya quedaba desintoxicada para siempre… -es ahora, mientras lo escribo cuando me doy cuenta de lo estúpida que fue esa idea… en fin, prosigo…- Como cada mañana, salí de casa corriendo, “tan corriendo” que hasta se me olvido ponerme las botas, y me fui con una bambas que me pongo para estar en la maison… Llegué a clase sin contratiempos. Las clases largas, pero entretenidas. A eso de las 11 comienza a caer una nevada impresionante –¡o brutal! A gusto del lector… en definitiva que empieza a nevar como si no hubiera mañana.- La gente de mi clase que vive a las afueras de Grenoble, y sobretodo los que viven en la montaña, comienzan a marcharse por si dejan de circular los autobuses o luego se les complica la vuelta… valiente de mi me quedo en la universidad… Al terminar las clases y salir a la calle una capa blanca -y de muchos más centímetros de cualquier nevada vista en Madrid- ha invadido las calles… Comienzo a andar tranquilamente hacia el Tram… es ahí cuando me acuerdo de que no me he puesto las botas ya que noto como mis bambas se van mojando por momentos… -Bueno Ana, en media hora estas en casa, tampoco te pasa nada por mojarte un poco, ¡que blandengue eres!…(me digo a mi misma)- Cojo el Tram sin problemas y en quince minutos ya estoy en “Le prisme”, desde donde salen los autobuses a Claix, que tardan otros 15 minutos. Según el panel de información mi autobús pasara en 5 minutos… esos 5 minutos se convierten en una hora de espera… (Imaginaros como tenía los pies…), tras esa horita decido preguntar. Consigo entender que no hay autobuses debido a la nieve. Me siento de nuevo en la parada para pensar. Me fijo en que nieva de una forma que nunca antes había visto… ¡De forma tan delicada!… es como si cada copo pidiera permiso para caer y tratara de hacerlo de la forma más sigilosa posible… -¡Claro esto es Francia! ¡No podía nevar de otra forma!- tras unos minutos así…comienzo a sentir dolor en los pies… -Vale Ana, opciones: no tienes móvil, no puedes pedir uno porque no te sabes ningún numero… ¿ir andando a casa? ¿Con los pies así? ¡Ni loca!...- Es entonces cuando me acuerdo de esa frase “tan de miri” en el camino de santiago "¡¡¡TAXI!! ¡A Mirasierra!" -Claro que “mi taxi” no me llevó a Mirasierra… pero pude quitarme las bambas mojadas (cosa que mis pies agradecieron) y calentarme al llegar a la maison- (De Como encontré un maldito-taxi libre... es otra historia que daría para otra página del diario).
¿Conclusión? ¿No hacer caso a nuestra conciencia? ¿No despegarte del móvil? ¿Llevar botas y no bambas en los Alpes? No, no… sería demasiado fácil echarle la culpa a mi conciencia, a mi móvil o a esas bambas que ahora están “en un lugar mejor” (La basura)… ¿Conclusión entonces? Pues que si te mojas los pies con nieve durante una hora a -3 grados de temperatura en invierno un viernes, el sábado amaneces con 39 de fiebre y unas anginas impresionantes -¡O brutales! A gusto del lector-.
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